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GENTE DE CONIL

Luz y títeres para encender la imaginación

Daniel Domínguez  |  29 de julio de 2015 (12:22 h.)

Artesana desde joven, Elena Sevilla lleva más de una década dedicada a la creación de velas naturales en Conil y aportando su granito de arena a la cultura desde el teatro. 

Conil alberga manos artesanas que siguen trabajando entre los rincones de su pueblo. Manos que dan vida a las ideas y que invitan a recordar la esencia de las cosas. Manos que, como las de Elena Sevilla, se esfuerzan por “crear luz para apagar la televisión y encender la imaginación”.

Así de sugerente es la invitación de esta artesana cerera y aficionada al teatro que arribó en Conil hace más de una década y que desde entonces acerca a los vecinos y visitantes sus velas artesanas que se pueden encontrar entre los puestos del Paseo Marítimo cada verano.

Elena recuerda sus primeros días en este municipio bañado también por el Atlántico, al igual que las islas Canarias, donde se encontraba. “Yo conocí Conil en el año 1999, cuando vinimos quince días a probar el equipo de sonido con nuestros títeres; nos gustó tanto el pueblo que decidimos repetir al año siguiente, con una actuación para 400 personas en la plaza de la Torre de Guzmán”. Poco después, en 2002, se trasladó definitivamente a la localidad y desde entonces ha seguido volcándose en sus dos grandes pasiones, la artesanía y el teatro, desde estas tierras.

"Mi trabajo es hacer luz para apagar la televisión y encender la imaginación"

“Yo me siento muy identificada con Conil, después de 15 años tengo aquí a mis amigos que son casi mi familia”, confiesa Elena, quien no lo tuvo muy difícil al llegar. “Encontré una casa maravillosa enseguida, que tenía espacio para mi taller y allí estuve cinco años viviendo hasta que a la dueña se le ocurrió que quería hacer unos apartamentos”. Ya corrían los años de la especulación inmobiliaria y Conil no se escapaba de ella tampoco. “Cuando yo viene aquí se encontraban casas por cuatro o cinco millones de pesetas, y en 2002, cuando entró el euro, se multiplicó por muchos ceros”, asegura Elena, quien aclara que le gusta más vivir de alquiler porque “mi filosofía de vida no es ser propietaria”.

Vivir de la artesanía

Desde entonces Conil es su casa y aquí intenta hacer posible su medio de vida, sin que, como en todo, falten obstáculos. “Vivir de la artesanía es cada vez más difícil porque hay muy pocos espacios que verdaderamente permitan desarrollar la creatividad al tiempo que se hace rentable”.

Para Elena, “esos espacios hay que crearlos, lo creo firmemente, porque son un factor importante de desestacionalización turística para el medio rural y para las mujeres. Tener tu propio espacio de creación, o como decía Virginia Woolf, tu habitación propia, te permite conciliar la vida laboral con la profesional”. Sin embargo, los tiempos que corren no son buenos para la artesanía. “Ahora es más difícil porque el marco legal pone demasiados impedimentos para que estos espacios de creación funcionen”. A ello se le suma que “cada vez más materias como el dibujo y la música han desaparecido del currículum estudiantil de los chavales porque, con palabras textuales del exministro Wert, molestaban”.

Las dificultades también llegan en el día a día, como ocurre en el Paseo Marítimo. “Una cosa son los puestos y otra, la artesanía”, explica Elena, quien asegura que “un artesano necesita un taller para trabajar durante todo el año y eso ahora mismo en Conil, que vive de la especulación, no es posible”. Por eso, está segura de que “tal como están enfocados los puestos, cada vez vamos a ser menos artesanos y más vendedores”.

"El Paseo Marítimo no es un espacio adecuado para los artesanos. Tal y como están enfocados los puestos, cada vez vamos a ser menos artesanos y más vendedores"

Elena está segura de que el Paseo Marítimo “no es un espacio adecuado” para los artesanos del municipio. “Es un paseo”, sencillamente, además de ser “un sitio que te impide trabajar si por ejemplo hay Levante muy fuerte o si llueve hay inundación”. Aunque no siempre fue así. “Nosotros estábamos antes en la plaza de Santa Catalina, en un mercado que era un espacio bonito y recogido, y cuando empezaron las obras de restauración de la iglesia nos pasaron provisionalmente al Paseo Marítimo”, donde siguen hasta hoy.

“El Ayuntamiento nos prometió volvernos a traer para el pueblo pero ahora la plaza Santa Catalina no lo quieren tocar porque tiene sus eventos, pero hay un espacio donde todos los puestos quedaría muy bien y además se daría vida a la plaza Goya”. La sugerencia de Elena es meditada. “Toda la calle que va desde la Pizzería Paolo por debajo de La Chanca hasta la plaza Goya”, ese sería su lugar adecuado porque “daríamos vida a otra parte del pueblo y se podría crear un ambiente bonito con sombra para pasear”, sin olvidar el caprichoso viento de Levante, del que estarían refugiados.

Con la esperanza de que Conil pueda algún día albergar un centro comercial artesano, Elena sigue con sus quehaceres en el Paseo Marítimo, donde se la puede encontrar desde las siete de la tarde hasta como mínimo la una de la madrugada en el 'país de las velas'. Esa es la idea que subyace tras el nombre de sus creaciones, Candelandia. “Siempre hemos sido El Taller, pero hace dos años pasó un niño por el puesto y dijo «¡mira, papá, Candelandia!», y nos encantó, porque uno de mis personajes favoritos es Peter Pan y me recordó a Neverland, por eso incorporamos ese nombre”.

Desde Candelandia hasta Conil, las velas de Elena están impregnadas del carácter del pueblo donde se hacen. “Siempre que he vivido en un sitio he intentando que mi trabajo refleje el lugar”, indica. “En Conil, su propia arquitectura”, como la Torre de Guzmán o la de Castilnovo”. “Además, la suelo adornar con la historia de estas torres porque soy muy curiosa e intento informarme de todo”. Este año, entre las novedades que se pueden encontrar en el puesto, destaca una “línea nueva de fanales con los cuatro elementos”. Un trabajo que nunca descansa y siempre está expectante a la imaginación y con ganas de mejorar.

Las velas de la abuela

Sin embargo, hasta lo más original tiene una idea primitiva. “Yo aprendí a hacer velas con mi abuela, que siempre hacía velas para su cocina porque le gustaba encenderlas cuando freía pescaíto y demás”, recuerda Elena. “Por supuesto, mi trabajo de ahora no tiene nada que ver con lo que hacía mi abuela, que las hacía con sebo de las matanzas y alcanfor, pero en mi estudio todavía tengo la receta de la abuela puesta en la pared”.

Quizás este recuerdo del hacer más natural es lo que explique el afán de Elena por seguir conservando el equilibrio ecológico en sus productos. “Lo que sí he cuidado siempre que los colorantes sean naturales y que no lleven barniz para que quemen en los espacios sin humo”, sostiene, al tiempo que señala que “se ha puesto de moda que las velas huelan, pero en realidad las velas lo que hacen es eliminar los olores”.

“Cuando enciendes una vela, limpias el ambiente y quitas los malores olores”, así que “una vela perfumada es peor vela” porque se aromatiza con aceite y éste “hace que la combustión sea más tóxica y más contaminante”.

Artesana desde joven

De los recuerdos de su abuela con las velas más caseras, Elena pasa a su juventud, cuando empezó realmente en el mundo de la artesanía. “Con 18 años empecé a trabajar como ayudante en taller de juguetes de madera y hasta el año 1993 fui artesana de la madera, haciendo marionetas”, indica. “Después nació mi hija y, como un taller de madera hace demasiado ruido, con las lijadoras, sierras y demás, pues cambié el 'chip' y convencí a Miguel [su pareja] para que, en vez de electricista, se pusiera conmigo a hacer 'luzacazos'; en vez de hacer electricidad, hiciera luz a cazos”.

"Si los humanos hablásemos a la luz de las velas, nos gritaríamos menos"

Y así pasó de artista de la madera a artesana cerera, como acreditan sus carnés profesionales de Lanzarote y Andalucía, continuando su trabajo en este sector de pocas oportunidades. “Siempre me he buscado la vida yo, nunca he cogido subvenciones para nada porque mi mentalidad va en contra de las subvenciones, ya que nos han llevado a tantos problemas y cuestiones feas de gente que se llenan los bolsillos a costa nuestra sin merecerlo”.

Pasión por el teatro

Una mentalidad que Elena también sabe llevar al teatro, su otra gran pasión, con el que además ha sabido seguir conectada con sus primeros juguetes de madera. “Nunca he dejado los títeres, yo el teatro no lo puedo dejar porque es mi gasolina”.

Con sus títeres y sus ganas de llevar diversión y cultura al público, Elena trabaja desde su compañía de teatro T Remoto, con actuaciones como la última celebrada en El Puerto de Santa María con dos monólogos eróticos en el día de San Valentín. Además, en sus actuaciones con teatro, las marionetas que lucen siguen siendo frutos de su trabajo.

“Los tiempos nos están llevando a que a la cultura cada vez se le dedique menos espacios y menos dinero con la excusa de la crisis, que yo le llamo estafa”, alega al hilo. “Nos están obligando a una mentalidad práctica para poder pagar las facturas que está matando la creatividad”, matiza.

“Un pueblo es grande en la medida que la cultura es grande”. Así lo cree Elena, que aporta su grano de arena con el teatro, cuyos momentos más gratificantes para ella es “cuando le brillan los ojos a un abuelo” en alguna actuación.

Una 'releona' por Conil

“Me gusta mucho el teatro y también leer teatro”, asegura Elena, quien no sólo es amante de esta temática, sino de todos los libros en general, además de la música y el dibujo. “Me gusta mucho leer y soy muy 'releona'; el libro que más me he releído es Obabakoak”, de Bernardo Atxaga. “Es el libro sobre un escritor que vuelve a su pueblo a pasar unos días, después de muchas curvas, y se encuentra con su pasado, con su presente y con su futuro a la vez”, explica.

Para Elena, Atxaga es uno de sus escritores favoritos. “Tengo todos los libros de este autor, pero el que me firmó fue uno que tenía todas las hojas sueltas”, recuerda con una divertida sonrisa. “Me gusta mucho porque es un autor que tiene mucho musicalidad en sus textos”.

Entre páginas y páginas a la luz de una vela, Elena continúa aportando a Conil la originalidad de su trabajo sin que le falte una sonrisa, pese a los problemas que en el día a día se levantan. “Verdaderamente ahora mi proyecto de vida es que mi hija termine su carrera, todos mis esfuerzos van dedicados a ello”, afirma. “Una vez que mi pareja y yo nos independicemos no sé dónde me va a llevar mi camino, posiblemente a viajar, ya que llevamos mucho tiempo sin tener vacaciones”.

Pese a ello, este pueblo seguirá siendo parte de ella. “Siempre hay que tener, de alguna manera, un sitio donde puedas regresar y que te ubique la gente”, y ese sitio para Elena seguirá estando en Conil, que vaya a donde vaya seguirá defendiendo el valor de sus velas. “Si los humanos hablásemos a la luz de las velas, nos gritaríamos menos”.